A Alex Katz le han tratado de pintor frívolo y mundano y ha sido Incomprendido durante décadas de forma reiterada por una crítica que nunca tuvo muy claro dónde ubicarlo. Wl artista presenta la exposición «Aqui y Ahora» en el Museo Guggenheim. Después de continuos menosprecios, el tiempo le ha dado la razón y la fama ha terminado llamando a su puerta. “Por fin se están poniendo al día conmigo. No sé por qué les ha costado tantos años”, bromeaba. Katz quien admite que nunca lo puso fácil, por ser un pintor figurativo en tiempos de abstracción, aunque adoptó la energía y lógica formal de ese movimiento y desarrolló una pintura rápida y física inspirada en la pintura de acción de Jackson Pollock.
Fue un aficionado a llevar la contraria por sistema. Katz se ha empeñado en “nadar contra la marea de las revoluciones anteriores” aseguraba The New York Times El artista fue ignorado por la intelligentsia neoyorquina hasta que Frank O’Hara protagonista de la vanguardia poética en la ciudad y comisario asociado del MoMA, decidió comprar dos de sus cuadros. “Nunca lo había hecho por otro artista. Por primera vez, me dije que no debía de ser tan malo como me decían”, reconoce el artista.
Los cotizadísimos Peter Doig o Elizabeth Peyton se reclaman herederos de Katz. En el siglo anterior, su admirado Manet había despertado estupor con Un bar aux Folies-Bergère y el inverosímil reflejo de su camarera en un espejo, lo que no le impide colgar hoy en cualquier comedor de clase media. A Katz le sucede algo parecido.
El pintor dice que su objetivo siempre fue dibujar “como lo hacían Picasso o Matisse, pero con un trazo más preciso”. Lo consiguió pintando rostros gigantes con brocha gorda, a los que hacía resaltar sobre fondos neutros, sin perspectiva ni profundidad, como en un reclamo publicitario en un billboard neoyorquino de los cincuenta. No entiende que se le haya tratado de retratista oficial de una élite blanca, anglosajona y protestante, dados sus orígenes.
La obra de Katz ha sido interpretada como la máxima ilustración de un estilo de vida neoyorquino y refinado, de espíritu chic y exclusivamente wasp. Hijo de inmigrantes rusos que huyeron tras perder la fábrica familiar durante la Revolución, Katz nació en 1927 en Brooklyn y creció en un barrio de clase media de la vecina Queens. “Fue uno de los primeros suburbios residenciales en Estados Unidos. Su padre era pintor. “Desde que tengo uso de razón lo he visto pintando. Su estudio estaba en nuestra casa y se pasaba el día metido allí y aunque estuvo absorto por la pintura, no fue un padre ausente.
El autor presentará hasta el 7 de Febrero de 2016 Aquí y Ahora, exposición que explora el desarrollo del paisaje dentro de su trayectoria a lo largo de los últimos 25 años. Organizada por el High Museum of Art de Atlanta en colaboración con el Museo Guggenheim Bilbao, la exposición recoge 35 obras en las que el autor busca transmitir la apariencia de las cosas tal y como se sienten y perciben ahora, en el momento.
La obra del pintor Alex Katz, nacido en Brooklyn en 1927, se enmarca tanto en el arte de Estados Unidos posterior a la Segunda Guerra Mundial como en la vanguardia actual. En esta muestra Katz utiliza ‘una gramática de la abstracción’, que incluye el tratamiento expansivo de la superficie del lienzo al completo, para capturar lo que el artista denomina ‘el tiempo presente’ o la simultaneidad de ver y percibir, un flash antes de que la imagen se enfoque. La obra de Katz pretende poner de relieve el papel fundamental que el paisaje ha tenido en su trayectoria, de tal forma que el observador se siente inmerso en los paisajes realizados desde la contemplación, que suscitan el diálogo sobre la confluencia de la percepción y la conciencia, la relación entre arte y naturaleza.
Alex Katz, aquí y ahora ( 23 de octubre, 2015 – 7 de febrero, 2016 en Guggenheim Bilbao )
El comisario de la exposición Michael Rooks, Wieland Family Curator of Modern and Contemporary Art ha compartido sus conocimientos sobre la obra de Alex Katz con motivo de la presentación de la exposición en la galería 105 del Museo.
“Si tuviera que colgarme una etiqueta, diría que soy prepop”, sostiene. “En los cincuenta, me solía meter en cualquier sala de cine y veía películas en sesión continua. Aquellos westerns me inspiraron para mis encuadres”, apunta. “Ahora ya no voy al cine. No hay nada mejor para ponerse enfermo que pasar dos horas con gente tosiendo”.
En 1987, la escritora Ann Beattie firmó un libro sobre los personajes de Katz, a los que no veía como semidioses con armarios de ensueño, sino como “personas que no logran conectar en un mundo de alienación, tristeza y conflicto”. Refractario a dar claves de lectura, Katz termina por confesar que no le faltaba razón