Dancing with extraños
por Itxaso ElourdyLa madrileña Sala Blanca Berlín ha inaugurado recientemente la doble exposición fotográfica “Dancing with ghosts”/“Extraños”, firmada por dos grandes fotógrafos del panorama internacional, el español, Juan Manuel Castro Prieto y la norteamericana, Sylvia Plachy, cuyo mayor admirador e hijo, el actor, Adrien Brody, les acompañó en la presentación, junto a su amigo, el torero Cayetano Rivera.
Castro Prieto y Sylvia Plachy están conectados, fotográficamente hablando, y Blanca Berlín, con sensibilidad artística, descubrió esa conexión.
Sylvia Plachy parece un personaje salido de un film de Tim Burton, luciendo una larga melena blanca, que contrasta con su pálida tez y un amplio vestido negro. Serena, risueña y cercana, conversaba en inglés con sus ilustres acompañantes. Su mayor admirador e hijo, el actor Adrien Brody y su amigo, el maestro en el arte del toreo, Cayetano Rivera. La amistad surgió durante el rodaje de Manolete, cuando Brody aprendió a torear junto al diestro, que interviene en la cinta encarnando a un mozo de su cuadrilla.
Castro Prieto y ella están conectados, fotográficamente hablando, y Blanca Berlín, con sensibilidad artística, descubrió esa conexión. Economista de formación, es uno de los más prestigiosos fotógrafos europeos, en la actualidad. Representado en España por la Galería, Blanca Berlín, que incluye entre sus filas a figuras de la talla de Ouka Lele, Isabel Muñoz o Ramón Massats y, en EEUU, a Sylvia Plachy, Castro Prieto entiende la fotografía como un modus vivendi. En boca de Sylvia Plachy, un señor “very nice” que ha recorrido el mundo con la cámara a cuestas y obsesiva mirada artística.
Seleccionado para la exposición “Open Spain, Documentary Photography” que itineró por EEUU y España, en 1992. En 1999 participa en la muestra “150 años de fotografía española”. En 2001 inaugura, “Perú, Viaje al sol” y publica el libro que acompaña a la muestra. Ese mismo año recibe el premio César Vallejo por su trabajo en la tierra de los Incas y el Premio Bartolomé Ros, a su trayectoria fotográfica en la edición de PhotoEspaña. En 2003 obtiene el Premio de Fotografía de la Comunidad de Madrid.
En 2006 Publica el libro, “La Seda Rota” con el escritor Andrés Trapiello, muestra que se expuso en la Galería Blanca Berlín en abril de 2009. En 2007 expone “Esperando al Cargo” en la Sala José Saramago de Leganés y presenta una muestra en el Musée D’Orsay, de París. Publica el libro “Juan Manuel Castro Prieto”, que forma parte de la Colección PhotoBolsillo, cuidadas monografías de los fotógrafos españoles más relevantes de todos lo tiempos.
Sylvia nació en Hungría, pero vive en Nueva York desde la infancia, ciudad a la que su familia emigró tras la Segunda Guerra Mundial. De madre judía y padre aristócrata católico, la pluralidad forma parte de las raíces de la autora. Ha publicado cuatro libros, con el primero de ellos, “Unguided Tour”, que se editó acompañado de un vinilo single de Tom Waits, con la canción del mismo nombre (Sylvia Plachy Unguided Tour), que Tom Waits le escribió y dedicó a Sylvia, obtuvo el Infinity Award del ICP, como mejor publicación del año 1990. En 1996, y prologado por Wim Wenders, editó “Red light”. “Self portrait with cows”, de 2004, una historia personal que obtuvo el premio Golden Light como mejor libro del año. En 2007, publicó sus últimos libros, una personal visión de los habitantes de Nueva York, “Goings on about town” y “Sylvia Plachy, de reojo”. Entre sus reconocimientos figuran la beca Guggenheim, el premio Arts and Achievement del Queens Museum y la beca C.A.P.S, del Estado de Nueva York y uno de los premios más importantes que ha ganado, el Lucie Award, considerado por muchos el Óscar de la fotografía. Una interminable lista de publicaciones forman parte de su bagaje personal. Entre ellas, The New Yorker, y The New York Times, donde firma una columna semanal. Su obra forma parte del MOMA de Nueva York, La Bibliothèque Nationale, el Museo de Bellas Artes de Houston y preciadas colecciones privadas internacionales.
Diálogo entre Artistas
En este momento
“Hay más afición que nunca por la fotografía”, arranca Castro Prieto comenzando el diálogo entre las dos grandes figuras del arte reprográfico. Conversación ilustrada con imágenes que visitan el más allá sin renegar del más acá. “Nos une la capacidad de encontrar la magia en los asuntos cotidianos”. Bruma sobre un mar perla irreal, cuerpos alucinógenos desnudos, fervor religioso, miradas que escrutan sin pudor.
“Ahora ya hasta con el móvil se pueden sacar fotos”, explica Castro Prieto, mientras rechaza que se encapsulen los “web page”. Flickr, por un lado, Instagram, por otro, con sus respectivos integrantes que no se relacionan fuera de su respectivo grupo. El fotógrafo dice que es inútil huir de la realidad y es partidario de combinar los avances de la fotografía digital y la química de la analógica.
“Para ser fotógrafo hay que mantener una carga conceptual, un discurso, y respetar el sentido de las cosas. Tan importante es ese discurso, que en ocasiones prevalece sobre la imagen”
En su estudio tiene el cuarto oscuro, tal y como lucía en el S.XIX y junto a él, una habitación del S.XXI, en la que Mario, segunda generación Castro Prieto, conduce las nuevas tecnologías. No basta con hacer una buena foto, hay clichés, estereotipos, pero si no hay un autor detrás, todo queda en fuegos de artificio, expone el intérprete. “Para ser fotógrafo hay que mantener una carga conceptual, un discurso, y respetar el sentido de las cosas. Tan importante es ese discurso, que en ocasiones prevalece sobre la imagen”. La clave, buscar un término medio, ni que todo sea concepto, ni que la belleza sea lo único que marque la imagen. Aunque la foto sea durísima, en lo formal debe estar bien hecha, tiene que tener un sentido en sí misma, debe comunicar. “Sin embargo puedo afirmar que la técnica es importante en la medida que sirve para contar una historia, nada más”.
“Extraños y Castro Prieto”
“Es el esqueleto de todo mi trabajo, el eje vertebrador. “Extraños” se alimenta de Perú, de la India, de México, España, de mil sitios… ¿Qué ocurre? Yo estoy haciendo un reportaje y veo algo que pertenece a Extraños”. Hay unos temas presentes, como la infancia generadora de personalidad, la vida y la muerte, es un trabajo de tinte muy inquietante.
“Yo sigo haciendo extraños, pero desde 2003, cuando surgió por primera vez, el libro y la exposición, he ido evolucionando. En 2011 revisé “Extraños” y vi que los cuatro temas se habían convertido en dos, la religión y la muerte”. “El espacio personal y la infancia desaparecieron. ¿Porqué? No lo sé. Picasso decía, yo no busco, encuentro, son sorpresas visuales que aparecen. No hay un referente claro, llega un momento en el que se alcanza un determinado estadio fotográfico y las influencias no existen. Bueno, hay autores que me interesan muchísimo, clásicos como Robert Frank, pero luego tengo a los más cercanos, de la Real Sociedad fotográfica, como Paco Gómez, Gerardo Nielva y Ramón Massats. Entre todos ellos fui formando mi personalidad”.
Estilo y forma de vida
Crear una obra diferente a la de los demás, “ahí está la madre del cordero”. Es lo más difícil de todo. Hay fotógrafos muy conocidos que van cambiando de estilo a lo largo de su vida, el caso más paradigmático es Robert Frank. La trayectoria de Castro Prieto está vinculada a los viajes alrededor del globo. Europa, África, Asia, Australia, y América, son los continentes unidos a su obra. Obra de raza, de singularidad cultural; miradas y color del cielo y la tierra, juegos de luces, que al igual que ocurre con su admirado Robert Frank, narran historias de pueblos lejanos y cercanos, secuencias de vida y obra.
“La fotografía no es sólo un oficio, sino más bien una forma de vida”. “Cuando descubres todo lo que puedes hacer gracias a ella, te olvidas de tu formación. Es una forma de relacionarse, de vivir intensamente. Viajo de una manera diferente, observando todo lo que acontece a mi alrededor. Ver con otros ojos, una mirada diferente. El fotógrafo, al igual que el escritor, debe tener una gran capacidad de observación, sobre todo si va armado con su cámara». “Cuando veo una escena, trazo encuadres, luz, analizo la realidad en base a la mirada”, que decía Alberto García Alix. Ese halo mágico que aparece con solo dar un vistazo. Mirada que es capaz de ver más allá de la realidad.
Espíritus y evolución
Sylvia Plachy piensa que toda imagen tiene un espíritu presente, un fantasma que vive en todas las fotografías y ante la pregunta referente al rumbo que ha tomado su carrera, afirma no saber bien si ha habido “una evolución o bien una regresión”. “Cuando era joven y más tímida e inocente, mi manera de ver el mundo se reflejaba en las fotos que tomaba, crecí y tuve que afrontar situaciones más complejas y la fotografía fue evolucionando junto a mí”.
Sylvia Plachy piensa que toda imagen tiene un espíritu presente, un fantasma que vive en todas las fotografías
Las conexiones con los espacios y personas eran diferentes. Personalidad, que en el caso de los fotógrafos, aparece más reflejada en su obra, que cuando hablamos de pintores o escultores, añade. “Timeless quality”, es la clave de su obra, eternidad fotográfica. “Estoy buscando tomar fotos a las que poder mirar siempre, o al menos, durante un largo período de tiempo”. No me gustan las imágenes demasiado obvias, más bien las que son una melodía que ofrece felicidad. No tanto algo como la portada de una revista sino algo más profundo.
“Era una persona tímida, en mi juventud me enamoré y llegué a ser una fotógrafa muy pasional, que consiguió relacionarse de una manera especial gracias a la cámara”; que le servía para conectarse con el mundo, una excusa para abrirse al exterior. La aproximación era más intensa, “viajé y descubrí personas, lugares y situaciones muy interesantes”.
“Esta es mi vida, pero también mi aventura en la fotografía”.
La pasión del principio, en 1965, cuando terminó sus estudios de Bellas Artes en el Pratt Institute y empezó a ser fotógrafo, es diferente ahora y la expresa desde la serenidad artística. “Era más enérgica al principio, de joven había más deseo, muchas cosas que descubrir, que amar, tomar hermosas fotografías, de personas y lugares desconocidos”.En la actualidad, aún llena de fuerza vital, Sylvia descubre elementos que parece haber visto anteriormente y “entonces me río”.
Sylvia Plachy dice “Ahora, además de tomar fotos, quiero cocinar, bailar, estar con mi hijo y mi marido. Siempre río, pero también lloro y disfruto de ello”
Varias vidas en una misma persona. Universo poético, personal y colectivo, que entrelaza un puzzle dentro del objetivo de Sylvia Plachy. Encuentro de conflictos entre el pasado y el futuro. “Si tomo nuevas fotos, qué hago con las antiguas, las comparo con las que tengo en casa, y no sé con cual quedarme”. Siempre dilemas, entre el pasado, el presente y el futuro, que encara con humor.“Ahora, además de tomar fotos, quiero cocinar, bailar, estar con mi hijo y mi marido. Siempre río, pero también lloro y disfruto de ello”. Ahí coincidimos, química fotográfica y personal, querida Sylvia.
JUAN MANUEL CASTRO PRIETO-SYLVIA PLACHY
“Extraños”
“Dancing with ghosts”
Galería Blanca Berlín. Madrid.